La Entrevista Múltiple

La primera parte del taller comenzó con una breve intervención de cada una de las personas invitadas: Jon Sanz (Comité de Apoyo al MST), Hugo Martínez Abarca (Izquierda Unida), Yayo Herrero (Ecologistas en Acción) y Jaime Pastor (Izquierda Anticapitalista). A continuación, los y las entrevistadoras, así como algunas personas del público, comenzaron a plantear sus cuestiones.

Hugo M. Abarca comenzó explicando que la relación entre partidos y movimientos es un problema que está en la base del planteamiento de IU, hasta el punto de que ésta se define como un movimiento político-social, si bien reconoció que esto es más una declaración de intenciones. Precisamente por ello, una vez que IU ha reconocido todos los problemas y limitaciones que han impedido que esa idea original se hiciera realidad, se ha lanzado un proyecto que se ha dado en llamar la refundación de la izquierda.

Yayo Herrero explicó que los movimientos perciben una visión instrumental-electoral de los partidos (sobre todo en elecciones): “venid a contadnos qué queréis, que nosotros luego veremos si podemos hacerlo”. A su juicio, surgen grandes dificultades, una vez asumes la lógica del sistema, de hacer cosas como las que nosotros proponemos, y como no se puede por la estructura del sistema, tiende a verse a algunos movimientos como un obstáculo o unos toca-pelotas que no comprenden la realidad.

Según explicó Jaime Pastor, desde IA se cree que no hay una frontera clara entre partidos y movimientos, planteamos la relación como complementaria y potencialmente convergente; que contemple la necesidad de un partido como una organización que ofrece una estrategia, un discurso y un programa que aspira a articular las luchas. Desde ese punto de vista –continuó– concebimos la relación en términos de conversación y respeto mutuo.

Para Jon Sanz, todos somos necesarios, pero las formas de hacer política suelen ser diferentes: ahí es donde se producen roces y distancias.

La periodista Concha Mateos propuso que imagináramos a una joven que desea hacer política para cambiar las cosas pero duda entre dos opciones: meterse a un partido que, en su lucha por el poder, corre el riesgo de terminar fabricando clientes; o participar en un movimiento que forma ciudadanos pero quizás se limite a crear conciencia crítica. Y preguntó a las personas invitadas cómo responderían a las dudas de esa chica imaginaria.

Hugo M. Abarca explicó que la gente debe animarse a entrar en los partidos para cambiar sus peores dinámicas, ya que precisamente esas dinámicas crecen cuando la gente más honrada se cansa y abandona el barco. En su opinión, esa es la mejor forma de evitar que los partidos terminen en manos de élites políticas preocupadas por buscar clientes. Por el contrario, la participación de gente activa y crítica puede convertir a los partidos en un instrumento útil para formar ciudadanos y hacer frente al poder.

Jaime Pastor precisó que hay que distinguir entre partidos centrados en el poder institucional y partidos de lucha volcados en la movilización social. Y aclaró que también los movimientos sociales son diferentes entre sí. Lo fundamental es que el objetivo de ambos sea construir contra-hegemonía y contrapoderes, no gestionar el sistema y conseguir pequeñas reformas.

Para Yayo Herrero, hay que partir de la gravísima situación de partida: si no somos capaces de generar movimiento y mayorías, el eco-fascismo de la lucha de todos contra todos está a la vuelta de la esquina. Por ello, la sinergia entre partidos y movimientos para construir un movimiento político-social es imprescindible. Habría que fijarse en algunos referentes para ello (por ejemplo: Bolivia, donde los movimientos no solo proponen, también deciden y empujan).

Otra cuestión, además de las relaciones entre partidos y movimientos, es la relación entre partidos de izquierda, que muchas veces pone en un brete a los movimientos, sobre todo en el momento electoral. O se avanza en el diálogo entre tales partidos para que no confronten, o eso es un problema para los movimientos.

Según Jon Sanz, el problema crucial es la relación con el poder y las diferentes formas de construir poder, ya que la horizontalidad o la autonomía no aparecen del mismo modo en movimientos y partidos.

Carolina Bescansa apuntó a la composición de clase de movimientos y partidos, argumentando que hubo un momento en que ambos eran organizaciones enraizadas en la clase trabajadora pero que de un tiempo a esta parte estaban formadas mayoritariamente por clases medias, lo que constituía una importante diferencia con el contexto latinoamericano, donde la izquierda tiene una base enormemente popular.

Jaime Pastor matizó que los trabajadores de clase media también han sido y son catalizadores de fracturas sociales y luchas políticas. La cuestión -en su opinión- es ir más allá. Respecto a la comparación como América Latina, quizás hay que ver lo que dicen los zapatistas: hay que preocuparse por el sótano de la estructura social, no sólo por los primeros pisos. También  hay que repensar el ámbito territorial, una vez que la fábrica ha dejado de ser el centro, para construir a partir de lo local.

Para Hugo M. Abarca, la toma de conciencia de nuevas contradicciones ha hecho que surjan otras líneas de conflicto a parte de la clásica entre capital y trabajo, si bien hemos de tener claro que todas tienen su origen en el capitalismo. América Latina es diferente a Europa, pero también allí surge esa complejidad, por ejemplo con el indigenismo. Hemos de aprender cómo se ha sabido unificar conflictos en ese contexto.

Yayo Herrero reconoció que existe muchas veces un divorcio entre las reivindicaciones ecologistas y las preferencias de sindicatos y clase obrera. Por ejemplo, respecto al sector del automóvil. La clase obrera se ha empapado de la ideología de “cuanto más, mejor” y ahora nos encontramos con ese problema. Por eso es importante construir entre todos un nuevo concepto del trabajo que tenga en cuenta el reparto del empleo, la crisis de los cuidados, el trabajo no remunerado, etc.

Jon Sanz dijo que no tenía una respuesta clara a esta cuestión, y señaló que la territorialización de las luchas no debe implicar el localismo. De lo que se trata es de ligar lo local con lo global.


Miguel Romero pregunto a los representantes de movimientos sociales cuál era su relación con la izquierda política, una vez que quienes tenían fuerza no deseaban grandes cambios y quienes los deseaban no tenían fuerza para llevarlos a cabo.

Según Yayo Herrero, hemos trabajar en la creación de hegemonía desde la izquierda y el ecologismo para resistir, pero eso no significa una mera alianza electoral. Es algo que lleva un tiempo mayor y un ritmo diferente. Construir la alternativa no sirve si el propio proceso de construcción no es ya alternativo en sí mismo.

Para Jon Sanz, los partidos muchas veces están en otra esfera, de modo que al final el referente es gente que conoces por tu colaboración en las luchas, pero no el partido como tal.

A continuación, Miguel Romero preguntó a Jaime Pastor por las perspectivas de reconstrucción de la izquierda radical en nuestro país, a propósito de un artículo reciente.

Según Jaime Pastor, hay un vacío en la izquierda política: IU no tiene credibilidad, pero IA no tiene la fuerza suficiente. Necesitamos aliados, convergencias, dialogar con activistas sociales que sientan la necesidad de una organización política. Pero hacerlo a nivel federal de todo el Estado. Mientras no se establezcan relaciones de confianza entre activistas, va a ser difícil salir del bloqueo actual.

Desde el público, una persona preguntó cómo debería ser el partido en que se pudiera confiar.

Jaime Pastor señaló que un partido democrático debe respetar la pluralidad y diversidad político-ideológica, debe primar la horizontalidad, no generar una burocracia interna y políticos profesionales. Debe haber el mínimo necesario de personas liberadas y con rotación.

Hugo M. Abarca argumentó que no cree que haya que confiar en un partido, como no hay que confiar en las instituciones: hay que tomarlos. En su opinión, no podemos esperar desde fuera a que otros hagan una organización democrática, hay que tomarlos y generar una hegemonía para democratizarlos con las herramientas que ha dicho Jaime. No es fácil, pues en cuanto los partidos crecen se crean estructuras con determinadas inercias, pero para doblegar estas inercias burocráticas es necesario que existan bases. No podemos delegar en otros la construcción de partidos estupendos, como no podemos delegar en otros la construcción de una sociedad estupenda.


Ariel Jerez sacó a colación el tema de la memoria histórica y el plano temporal, entre el pasado y el futuro, de la práctica política.

A juicio de Jaime Pastor, la cuestión de la memoria histórica está determinada por la transición que tuvimos en nuestro país y el triple consenso que se dio entonces. Y también guarda relación con la cuestión de los nacionalismos y la no resolución de ese conflicto histórico.

Para Yayo Herrero, de la memoria histórica, podemos aprender que el mayor éxito de la izquierda en nuestro país (la II República) vino de la mano de la unidad de socialistas, comunistas, republicanos, anarquistas, etc. A veces ponemos etiquetas ideológicas que nos impiden ver el espacio de recorrido conjunto para todos nosotros, y hemos de explorar ese espacio al máximo. Habrá momentos de ruptura, pero quemar las rupturas antes es un error.

Para Hugo M. Abarca en el conjunto de la izquierda hay una enmienda clara a la transición (incluso el PCE ha hecho autocrítica). La memoria es fundamental para la izquierda española y la identidad republicana puede ser un aglutinante para alimentar su subjetividad colectiva. La cuestión es ligar la memoria a un nuevo proyecto de futuro.

Según Jon Sanz, los partidos políticos recogieron los frutos de la Transición.

Desde el público se planteó la cuestión del precio que pagan los movimientos por que se consigan sus reivindicaciones, en términos de legitimación del sistema o capitalización por parte del poder.

Yayo Herrero explicó, primero, que el movimiento del que forma parte tampoco es que consiga muchas victorias. A continuación, explicó que combinan la resistencia (concreta) para que no se machaque lo que queda, con la exigencia (general) de un cambio de modelo. Muchas de las reivindicaciones concretas de Ecologistas son tan radicales por su contenido anti-sistema que estaría dispuesta a pagar cualquier precio.

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